jueves, 15 de julio de 2010

Pequeños II

Después de muchos meses sin actualizar esto, tiene algo de sentido que la entrada anterior me estuviese esperando para renovarse, porque las cosas que verdaderamente nos tocan el corazón, permanecen meses y meses.

Muchas personas podrían preguntarse por qué después de un curso agotador, llegadas las vacaciones me gusta trabajar gratis hasta que termino exhausta. Por qué me dedico a subir montañas interminables para luego bajarlas, por qué me paso semanas durmiendo una media de 5 horas diarias entre bichos, por qué me levanto en verano a las 7 de la mañana para preparar bocadillos para 60 niños que luego me los devolverán diciendo que "eso es una mierda" y "no piensan comérselo".

La razón por la que hago todo esto es evidentemente mucho más grande que todas estas desventajas. Esos pequeños cuerpos de grandes almas que un día decidieron cruzarse conmigo son la razón por la que merece la pena tanto esfuerzo. Porque un sólo abrazo de uno de ellos borra de golpe todo el sueño, el dolor, el cansancio. Porque sus sonrisas son mi "Red Bull" diario, y ellos me han enseñado que siempre puedo dar más, aunque parezca que estoy acabada.
Son mi fuerza, mi alegría. Sacan lo mejor de mí y me enseñan cada día algo nuevo.

Por ello, he encontrado entre ellos, los pequeños, el mejor modo de servir a Dios.

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